10 oct 2008

El reflejo.

Tropezó una noche con un reflejo que le miraba desde el otro lado de un escaparate de ropa de diseño. ¿Qué miras con esa cara de prepotencia?- habló el reflejo- ¿por qué crees que eres mejor que yo o que cualquiera? ¿qué has hecho en la vida para merecer eso?
- Al menos yo no vivo en un escaparate ridículo de ropas ridículas que nadie utiliza si no es para llamar la atención. Quizá sea eso lo que pretendes, llamar la atención.
- Si eso fuera lo que intento, podría decirse que lo he conseguido, he captado tu atención. Pero te equivocas, no pretendo nada. Tú te has parado frente a mí y me has insultado con tu mirada de superioridad. Yo solo me gano la vida, como puedo, como casi todo el mundo, y me siento orgulloso por ello. ¿Qué haces tú para ganarte la vida? Mentir y robar finamente a las personas que confían en ti. Supongo que esos no eran tus planes cuando tenías mi edad, pero en algún momento de tu vida, te desviaste del camino.
- ¿Qué sabes tú de mi? ¿Cómo te atreves a juzgarme sin conocerme?
- No hace falta ser ingeniero. Te has parado a hablar con un escaparate, con un reflejo, y aún no te has dado cuenta de que lo que ves, es tu propio reflejo. Te estás reprochando a ti mismo porque la fin has aceptado ver lo que todos ven.

Decidió que aquello no podía estar pasando, golpeó el cristal y vio como aquella imagen se transformaba levemente, mismo rostro, más arrugas, más tristeza y mucha arrogancia. Lo más notable era la mirada, ya no era la de un joven orgulloso, era la de un viejo triste y amargado. Así, tragó su amargura y aferrando su viejo maletín de cuero volvió a su enorme mansión vacía de personas y llena de soledad.

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