30 ago 2008

Locura

Creo que en realidad nunca estuve allí. Mis recuerdos son borrosos y carentes de sentido. Imágenes inconexas de sangre y dolor que me atormentan día y noche. Ya no puedo discernir entre el presente, el pasado y la imaginación.
No soy superviviente de ninguna guerra en especial. En mi vida he conocido muchas, de hecho, estoy seguro de que siempre hay alguna aunque no se vea en las noticias, supongo que todo depende de la importancia de la gente a la que afecta, la gente que muere ya sea por una bala o por hambre y sobre todo de la cantidad de dinero que termina en los bolsillos de los de siempre.
Es posible que todas estas visiones y gritos que golpean mi cabeza sin piedad solo sean reflejo de algo que he visto, alguna de esas películas tan horribles y sangrientas que resultan un éxito en las taquillas. Personas que acuden en masa para ver el terror en otras personas. Eso también es inquietante, tanto o más que mis visiones. Quizá todo sea producto de mi imaginación, el recuerdo de un libro o algo que alguien me contó.
La verdad es que no lo sé y dudo que pueda llegar a saberlo y mucho menos explicarlo. Lo único que ahora mismo deseo con fuerza es el silencio. No pido una vida normal porque, de hecho, no creo que nadie tenga una vida normal. No quiero ser como los demás, pasear por un parque sin ver la muerte a cada paso, en cada esquina y en todas las miradas. Tampoco intento comprender de dónde viene todo esto o a qué se debe. Qué o quién es el culpable me importa poco. Solo quiero silencio. Lo necesito.
Todas estas drogas legales con receta médica no me sirven para eso. Solo ralentizan mis pasos y mis visiones, lo que las convierte en más horribles y grotescas. Es como ver morir a alguien a cámara lenta y con repeticiones. Me servirían si con ellas pudiera salir corriendo y dejar todo esto atrás para que no me alcanzara nunca.
Usted me dice que eso no es posible, que tengo que enfrentarme a mis miedos, a mis monstruos y vencerlos, pero no puede decirme cómo y si puede dudo que sea efectivo. Día tras día vengo a su consulta y me siento en éste mismo diván, le cuento las mismas inquietudes y terrores y recibo las mismas respuestas. Me dice que con el tiempo lo superaré todo y mi vida volverá a ser la de antes. Pero ¿qué vida tenía antes? Yo no lo sé y usted tampoco. De cualquier forma, dudo que eso ocurra. Sí, es cierto que perdí la esperanza, me siento como un soldado abatido, derrotado por sus propias armas, delirando por los blancos pasillos del que desde hace un tiempo es mi hogar. Rodeado de locura a cada instante, a cada paso, por todas partes. Pero también se que ahí fuera nada es distinto. No puede asegurarme que no veré muerte en cualquier esquina, niños enfermos que mueren de hambre mientras los que debían protegerlos pierden su tiempo en jugar a las guerras para proteger su miseria, hombres que luchan hasta la muerte por mandato divino, personas que reivindican derechos humanos manchando sus manos de sangre, poderosos que se ríen de los demás seres humanos mientras les sorben las entrañas. Demonios que gritan contra demonios. Codicia, en vida, afán de dominar, personas carentes de escrúpulos.
¿Dónde está el mundo cuerdo que puede librarme de mis visiones? ¿Dónde está ese lugar en el que usted dice que puedo sentirme como un ser normal?
Sinceramente dudo que exista en este planeta y es el único que conozco. Así que si no puede darme silencio, verdaderamente no puede ayudarme.

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